martes, 9 de noviembre de 2010

y así terminó Sudáfrica

Como ya dije en el último post, iré alternando aventuras pasadas con las actuales. Tras Nueva Zelanda, vuelvo a los orígenes de mi viaje para terminar con este post el relato de Sudáfrica. La próxima semana tendréis parte de Australia ;).

Por cierto, no dejéis de ver el vídeo del tiburón.

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Ciudad del Cabo

Había dejado este relato cuando dejamos Johannesburgo tras el partido de Chile. Clasificados ya para cuartos, abandonamos la capital y tomamos un avión a Ciudad del Cabo.

En ciudad del cabo pasamos 6 días, sin lugar a duda, la ciudad que más nos gusto de Sudáfrica. Tanto su “downtown”, como las vistas desde el “Table Mountain” como los barrios colindantes tienen algo especial. Junto con Johannesburgo, son la cara y cruz del país. La ciudad, comparada con otras urbes del país, es de las más seguras, y sin duda, la más bonita. El nuevo estadio construido a las faldas de la ciudad es de una belleza sin igual, ojala el Madrid tuviese un estadio parecido!

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Éramos españoles, en una ciudad donde el rojo y amarillo estaba de moda, además, teníamos a Álvaro y a Borja (amigos que viven en Cape Town) para sacarnos de marcha y darnos un buen asesoramiento! El resultado no pudo ser mejor! Conocimos lugares que solo los locales conocen, estuvimos en “fiestas” muy exclusivas, vivimos aventuras únicas, conocimos a nuevos amigos y disfrutamos al máximo de todo lo que la mejor ciudad de África nos podía ofrecer

Llegamos el sábado por la tarde y nos fuimos el viernes siguiente. En ese transcurso de tiempo pasamos por muchas aventuras!

La aventura más emocionante fue sin duda meternos en una jaula en medio del mar rodeados de tiburones blancos. Desde que vi la película “Tiburón”, he temido y respetado a los escualos más que cualquier otro animal del planeta. Quien no ha pensado en tiburones cuando se está bañado en alta mar y solo distingues tus piernas en el oscuro fondo marino?

Íbamos a ir al “cage diving” el domingo, justo el día siguiente de aterrizar en Ciudad del Cabo. Aún así, el sábado salimos a darlo todo y terminamos durmiendo apenas una hora ya que acabamos en un “after party” en una de las casas más alucinantes de Ciudad del Cabo. No nos costó mucho levantarnos, la emoción nos dio el empujón que nos faltaba. Cuando ya estábamos de camino al puerto donde íbamos a coger el barco, nos llamaron para comunicarnos la mala noticia que nos cancelaban la actividad por mala mar! Menudo palo! Después de tener que abandonar la fiesta, levantarse, haber reservado la actividad hacía más de un mes, nos íbamos haber quedado con las ganas. Encima, por unos momentos nos ponen nerviosos diciéndonos que ya no había más plazas hasta dentro de un mes y que nos tendrían que devolver el dinero! Tuvimos que insistir mucho para que nos buscaran plazas entre todos los operadores!

Tuvimos la suerte que en Gansbaii, un pueblo situado a más de tres horas de Ciudad del Cabo, había tres plazas para el lunes. Sin duda alguna, aceptamos a pesar de tener que levantarnos a las 5:00am para poder llegar a la hora del embarque. Gracias al GPS pude llegar a este pueblecito de pescadores sin muchos más problemas que el quedarme dormido o salirme de la carretera. La verdad que lo pase un poco mal, tanto Fernando como Paco iban completamente dormidos, y todavía no estaba acostumbrado a conducir por la izquierda… Creo que en al menos en tres ocasiones las ruedas de nuestro coche rodaron por fuera del arcén! Lo mejor de todo es que ni Fernando, ni Paco se enteraron!!

Tras tres horas conduciendo a oscuras y medio dormido, y después de dar varias vueltas por Gansbaii, conseguimos encontrar el sitio donde se hace el shark cage diving. Si nos llegamos a retrasar 10 minutos el barco hubiera zarpado sin nosotros. La gran sorpresa fue que cuando entramos, no estábamos en la lista de embarque. Nuestra agencia con la que habíamos reservado el viaje no había confirmado nuestra presencia. Tuvimos que “negociar” un poco para que nos dejaran subir al barco.

Una vez resolvimos el “mal entendido”, pudimos disfrutar de un desayuno gratuito a base de bollos, tostadas y cereales a la vez que oíamos el discurso de bienvenida. La sala donde nos encontrábamos estaba llena de fotos de tiburones blancos que ayudaron a meternos el miedo en el cuerpo. Todavía no me podía creer que me fuese a meter en una jaula con tiburones blancos a menos de un metro. El gerente encima no ayudo, bromeo con que si el tiburón quería comernos, la jaula no iba a impedírselo!! Algo que no era del todo una broma! El capitán del barco nos garantizo que íbamos a ver al gran tiburón blanco, afortunadamente estábamos en la mejor época año.

Cuando nos subimos al barco el sol no llevaba más de una hora despierto. Hacía frio, pero la belleza del paseo lo compensaba. No fuimos muy lejos, apenas navegamos 20 minutos cuando llegamos a una isla llena de focas, la comida del tiburón. Fuimos a atracar a escasos 100 metros de la isla y unos 400 metros de la costa. Dos miembros de la tripulación preparaban la carnaza que atraería a nuestros nuevos amigos. Junto con la carnaza, iban soltando un líquido a base de sangre y aceite de pescado que no olía especialmente bien pero resulto bastante efectivo. A los 5 minutos vimos una ballena a lo lejos! 5 minutos más tarde el capitán llama nuestra atención, el primer tiburón blanco estaba rodeando el barco! Increíble!! No me lo podía creer… menudo “pez” tan grande! Un escalofrió recorrió mi cuerpo, no se si tendría el valor de meterme en la jaula, además, hacía bastante frio como para ponerse un neopreno y meterse en el agua que estaba aún más fría.

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Al escualo no le debimos interesar mucho, después de 10 minutos dando vueltas desapareció en el fondo marino. No pasaron 5 minutos cuando apareció otro tiburón. Entonces el capitán dio la señal, necesitaba a 6 voluntarios para meterse en la jaula. La duda se sembró en todos los presentes! Nadie quería ser el primero, el conejillo de indias. Trate de convencer a Fernando diciéndole que así le sacaba fotos desde fuera, pero el cabroncete recurrió a la técnica de que yo era el mayor y tenía que dar ejemplo. Aunque mi cabeza decía que no, todavía no entiendo como mis labios dijeron, Here, Sing me in!! Ya era demasiado tarde para echarse atrás.

Baje la plataforma para recoger el neopreno. Agradecí que estuviera seco, bueno, no se si lo estaba o no, ya no sentía nada, el corazón latía a 180 pulsaciones y eso que todavía no me había metido en el agua.

Una vez nos habíamos vestido todos con el neopreno nos reunieron para darnos un “briefing”. Obviamente nos dijeron que estaba absolutamente prohibido sacar la mano de la jaula… Prohibición algo absurda porque no sé a quién se le ocurriría intentar acariciar al tiburón. Las instrucciones eran muy fáciles, uno debía de agarrarse a una barra que iba por el interior de la jaula, tomar aire y sumergirse.

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Con una gran sonrisa me metí en la jaula, sonrisa totalmente falsa ya que el miedo recorría mi cuerpo, no era fácil meterse en una jaula con un tiburón de 6 metros dando vueltas a menos de dos metros!

Una vez en la jaula, el miedo se disipo para empezar a contemplar la grandeza del momento! A escasos metros tenía uno de los depredadores más agresivos y peligrosos del mundo. Lo que veían mis ojos era alucinante! Sus movimientos lentos y pausados no reflejaban el carácter del escualo, parecía un pez tranquilo como cualquier otro, eso sí, su mirada y sus afilados dientes te animaban a salir corriendo. Rodeaba el cebo y lo miraba desconfiado, se movía lentamente alrededor de lo que creía que podía ser su desayuno. Tras varias vueltas intento morder el cebo pero el capitán del barco fue más rápido. El tiburón se quedo con las ganas y decidió probar suerte en otro sitio. No paso un minuto hasta que se acerco otro escualo, este debería tener unos 5 o 6 metros, era impresionante. Como si de un ritual se tratase, repitió los pasos de su predecesor, aunque este último no ataco al cebo. En los 15 primeros minutos se acercaron más de 5 tiburones. Había a veces que se juntaban dos … era impresionante, no sabías a dónde mirar. Si te caes al mar ahí, no creo que durases más de 5 minutos… era alucinante la cantidad de tiburones blancos que había en la zona.

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Salí de la jaula con una sensación totalmente distinta a la que entre. Esta vez mi sonrisa era real, me sentía exultante, alegre y agradecido de poder haber visto tan de cerca al famoso y temido Tiburón blanco.

El capitán dio paso al segundo grupo, Fernando también me sonreía… acaso su sonrisa era igual que la mía antes de entrar en la jaula? Yo creo que sí. Fernando tuvo la suerte de ver al tiburón más grande de toda la mañana, tendría lo menos 8 o 9 metros! la jaula solo suponía un frágil juguete para este tiburón. Afortunadamente, solo le interesaba el cebo que el capitán le ofrecía. Fernando también pudo ver el primer agarre del tiburón al cebo. Fue algo impresionante la fuerza con la que el escualo mordió el cebo, aún así, solo consiguió un pequeño trozo. El capitán jugaba con ellos como si fuesen niños pequeños, les ponía la miel en los labios… les enseñaba “la piruleta”, y justo cuando la iban a coger, se la quitaba de la vista…

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Fernandito también termino su turno con una gran sonrisa! Se le veía emocionado y exultante, le entendía perfectamente!!

Hubo un total de 3 grupos que nos turnamos hasta 3 veces para entrar en el agua. Yo tuve la suerte de entrar en el último turno, aquel en el que definitivamente dejan que el tiburón se lleve algo a la boca. No me lo esperaba, fueron unos momentos alucinantes que tuve la suerte de poder grabarlos en este video. Contemplar y juzgar por vosotros mismos.

Sin duda alguna esta fue una de las experiencias más emocionantes de toda mi vida. Si alguna vez tenéis la oportunidad, os recomiendo que la hagáis.

Después de tanta adrenalina, estábamos algo cansados. También influía que nos hubiéramos levantado a las 5am. Aún así, decidimos hacer una hora y media más de coche para ir al punto más austral de África. Este punto no es el Cabo de Buena Esperanza sino el Cabo “L’Agulas”. Aunque no es tan espectacular como el primero, creo que mereció la pena ir. Ya puedo decir que he estado en los puntos más australes de 3 (America, Europa y África) de los 5 continentes.

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Ciudad del Cabo y sus alrededores son alucinantes. De todos, el Cabo de Buena Esperanza y el “Table Mountain” son mis favoritos. El primero de ellos está a unos 45 minutos de la ciudad, pero el paseo en si es impresionante, bordeas la costa hasta que llegas al parque nacional que custodia la entrada al cabo. Una vez dentro, puedes subir al faro que alerta a los navíos que se aventuran a cruzar de un océano a otro (aunque en realidad ya lo cruzaron 300km atrás en cape L’agulas), puedes admirar las increíbles vistas de la costa desde uno de los extremos del cabo o puedes bajar a una de las playas y ver de cerca la fuerza de las olas en este punto. Es una excursión apasionante que sin duda alguna merece la pena.

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El Table Mountain es más sencillo de acceder, ya que la ciudad se asienta a sus faldas, en menos de 10 minutos llegas a la base donde puedes coger el teleférico que te lleva a la cima. Para los que están más en forma, siempre cabe la opción de subir andando, aunque te avisan que tienes que estar muyyy en forma. El teleférico recorre los mil metros de altura en escasos minutos. Mientras lo hace, va girando 360º para que puedas contemplar todas las vistas mientras subes. Una vez en la cima, tienes distintos recorridos, desde los más cortos de 20 minutos hasta de dos horas o más. Paco, Ferdi y yo estuvimos cerca de hora y media. Tiempo suficiente para sacar 223 fotos! Increíble pero cierto!

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La noche en Ciudad del Cabo también es impresionante. Bueno, no creo que este a la altura de Madrid u otras capitales, pero el hecho que llevaba más de mes y medio sin salir, ayudó a que lo apreciase todo mucho más. Como dije al principio, éramos españoles en una ciudad en que España estaba de moda. Todo el mundo quería que España ganase el mundial, y eso nos hacía más atractivos, más simpáticos y los más cotizados. Tal vez por eso fue que no nos resulto difícil conocer gente nueva y que nos invitasen a fiestas increíbles.

El día del partido contra Portugal nos levantamos pronto para ir a Muzzenberg, un pueblo surfero que está entre Ciudad del Cabo y el Cabo de Buena Esperanza. Los nervios no comían por dentro, así que tras comer, pusimos rumbo de vuelta a la ciudad, descansamos un poquito y nos vestimos de gala para el gran acontecimiento. Lucimos orgullosos nuestras camisetas de la Roja conscientes que podía ser la última vez. La entrada al estadio fue un infierno, menos mal que fuimos con tiempo.

Otra vez, pasamos 90 minutos increíbles, llenos de emoción y alegría. Tras el partido, salimos a celebrar la victoria como se merecía.

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La aventura más desesperante en Ciudad del Cabo fue la recuperación de las maletas perdidas. Dos días más tarde de perder las maletas, conseguimos recuperar la de Fernandito, pero la bolsa de kite parecía que se la había tragado la tierra. Unos días más tarde, me entere que a la azafata de Iberia se le olvidó dar el ticket de la maleta de kite a mi hermano, y obviamente, South African Airlines no podía encontrar la maleta sin el ticket. El seguro que compro mi hermano cuando le envolvieron la maleta tampoco funciono, se desentendieron completamente y decían que no cubrían el coste (aunque anunciasen que cubrían hasta 3,000€)!

Con el tema de la maleta lo pase un poco mal, llegue hasta darla por perdida. Cada día que llamábamos, nos decían que no tenían ni idea de donde podría estar. Vamos, nada bueno! En la maleta había tres equipos de kite, así que el botin era algo jugoso! Cada día llamábamos a South African Airlines (SA) sin resultado alguno, Iberia se desentendió del tema alegando que la reclamación la habíamos puesto a través de SA. Cuando ya habíamos perdido toda esperanza y nos disponíamos a abandonar Ciudad del Cabo, el milagro ocurrió! nos llamaron para darnos la gran noticia que por fin la habían encontrado. Increíble pero cierto, estaba en Múnich, abandonada a su suerte hasta que por fin dieron con ella. Menos mal que los Alemanes son honrados!

Nos gusto tanto Ciudad del cabo que decidimos alargar nuestra estancia un día más. Al final, nos quedamos otro día más ya que me puse enfermo por primera vez en el viaje. Menos mal que en un día me recupere.

Tomamos la decisión de no ir a Johannesburgo a ver el partido contra Paraguay para seguir recorriendo Sudáfrica. Aunque nos costó mucho decidirnos, no queríamos por un partido dejar de ver una de las partes más bonitas del país. Además, si ganábamos, iríamos a ver la semifinal a Durban, y si perdíamos, era mejor no ver el partido y ahorrarte un buen dinero (teníamos que comprar una entrada ya que solo teníamos una además de tener que pagar dos billetes de avión que estaban carísimos.)

Garden Route (Mosel Bay to Jeff Bay)

Al final, todo salió según lo planeado. Recorrimos la famosa “Garden Route”, vimos el partido contra Paraguay por la tele, y fuimos a Durban a ver la semifinal.

La Garden Route hace honor a su nombre y prestigio. El paisaje es impresionante, vas rodeando la costa dejando atrás playas, barrancos, bosques, lagos y ríos impresionantes. Paramos una noche en Mosel bay, un pueblo pequeño y surfero donde se pueden ver ballenas y recorrer un camino que atraviesa acantilados impresionantes. También pasamos una noche en Plett bay. Aquí fuimos en piraguas a intentar ver ballenas y delfines sin mucho éxito, aunque reconozco que si llego a ver una aleta, lo mismo me da un infarto solo de pensar que podía ser un tiburón. Aquí vimos el partido de España-Paraguay, fuimos a un bar bastante divertido donde conocimos a algunos de los jugadores sudafricanos que ganaron el mundial del Rugby – los de la peli de invictus. No hace falta decir que volví a nacer cuando Casillas se paró el penalti. El hostel al que fuimos estaba bastante bien, cada día preparaban una barbacoa para que cocinaras tu carne. Ferdí y yo nos dimos un gran homenaje a base de chuletón a la parrilla.

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Terminamos la Garden Route con dos noches en Jeffreys Bay, mundialmente conocida por albergar una de las mejores olas del mundo. Como no podía ser de otra forma, nos dimos unas clases de surf! Nos llevamos un gran susto cuando salimos del agua y vimos que la bolsa donde teníamos la cámara, había desaparecido. Al parecer, la chica de la “limpieza” vio la bolsa y la llevo a la basura. Menos mal que dos morenos vinieron a avisarme de lo ocurrido. En el fondo lo que querían era una propina. Al parecer, es una forma de “robar” a los turistas, la chica “limpia” la playa y su compinche recoge el botin en la papelera!

En Jeff Bay renovamos nuestro vestuario playero gracias al Factory de Billabong! Bañadores que más tarde vi en Brasil por 100€ los compramos a 10€. Compramos tantas cosas que tuvimos que comprarnos una mochila!

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Para ir a Durban, tuvimos que coger un avión en Port Elizabeth. Aquí finalizaría nuestro road trip por la costa este de Sudáfrica. Como no había mucho que hacer aquí, nos fuimos a un casino donde Ferdi se forro!

Nos levantamos a las 3am para coger el avión que nos llevaría a Durban. Volábamos el mismo día que jugamos la semifinal, y no nos queríamos arriesgar a perder el avión… así que con más de una hora y media de antelación, ya habíamos hecho el check-in.

Durban

Intentamos alquilar un coche en Durban pero fue imposible, estaba todo agotado. El taxi que cogimos para acercarnos a la ciudad (a casi una hora de distancia), no paraba de decirnos que mañana nos íbamos a casa, que Alemania nos iba a meter 5 goles! Me hubiera gustado encontrármelo después del partido para que se comiese sus palabras.

Llegamos tan temprano al hostel que pasaron más de 4 horas hasta que pudimos hacer el check-in. Al menos, intentamos dormir un poco en el saloncito que tenían.

Después de nuestra siestecita, nos fuimos a pasear por la ciudad. En el mapa que nos dieron, había una zona marcada con la palabra “DANGER – AVOID”. Para sorpresa nuestra, esa zona estaba bien cerca de la zona turística. Tras pasear un poco por el paseo marítimo, paramos a comer en un bar. Al final, pasamos toda la tarde incluido el pre-partido en el bar. Menuda se monto! Aunque los españoles éramos minoría, no se noto nada. Aquí nos hicimos amigos de unos malagueños y varios grupos de españoles. Me recordó a la final de la Eurocopa, las dos aficiones compenetradas en pasarlo lo mejor posible! Fernandito estuvo pletórico animando a las masas y mezclándose con varios grupos de alemanas.

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Sin casi esperarlo, la hora del partido llego. Después de una tarde llena de risas, bailes, canticos y fiesta… salimos del bar y recorrimos el kilometro que nos separaba del estadio exultantes. Pasará lo que pasará, ya habíamos llegado más lejos que en nuestros mejores sueños. Una marea de gente iba y venía, la mayoría de los locales nos animaba a nosotros, aunque había que reconocer que había más alemanes que españoles. En los prolegómenos del estadio nos esperaban las distintas cadenas de televisión para entrevistarnos.

El partido fue quizá el más emotivo. Fueron 90 minutos de infarto, aunque dominamos todo el encuentro, y parecía no haber dudas de nuestra superioridad, las tres o cuatro ocasiones que generaron nos hicieron enmudecer. Como en todos los partidos, tuvimos problemas para animar de pie, además de haber “overbooking” en nuestra zona. La mayoría de españoles nos juntábamos en la misma zona y no teníamos en cuenta el asiento que nos indicaba nuestra entrada. Por eso, la mayoría de las veces terminábamos sentándonos dos en un mismo sitio. Como en todos los partidos, terminamos haciendo lo que quisimos, animando de pie y armando un buen barullo!!

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Como he dicho, fue quizá el partido más emocionante. Cuando el árbitro pito el final, más de la mitad de los presentes estaba llorando de emoción. Fernandito no fue una excepción… fue de los mejores momentos del mundial. Se confirmaba que íbamos a vivir un sueño, no solo íbamos a ver la final del mundial, también la iba a jugar nuestro equipo! Demasiado para muchos de nosotros que llevábamos muchos años soñando con un momento así.

Esa noche salimos a celebrarlo a un bar español que estaba junto a nuestro hostel. Lo dimos todo lo que pudimos que no fue mucho, a las 2am ya estábamos en la cama. Había sido un día muy largo, muchas emociones y mucha fiesta.

Al día siguiente fuimos a hacer kitesurf. Durban es uno de los mejores sitios en Sudáfrica, así que me aventure a meterme en el agua. Ya había recuperado nuestro equipo, así que solo necesitábamos un hinchador. Por primera vez experimente lo que son olas de 3 o 4 metros en el kitesurf, si no fuese porque había un monitor de una escuela supervisándonos, no me hubiese metido nunca. Además de las olas, se unió el factor “acojone por tiburones”. Como lo oís, el monitor nos dijo que la zona está plagada de tiburones, aunque no hay muchos blancos, los tigres abundaban. Creo que no llegue a estar una hora en el agua, cada 5 minutos que pasaba navegando me parecía ver “sombras” cerca de mí. Cada vez que creía ver una sombra, me caía y las revoluciones de mi corazón se disparaban pensando que iba a servir de alimento a los escualos que viven por esas aguas.

Kez, una amiga de un amigo, se porto genial con nosotros. Nos vino a ver hacer kite y después nos llevo de ruta turista por los alrededores de Durban! La verdad que nos dio otro insight de la ciudad que nunca hubiéramos conocido si no hubiese sido por ella. Como era Jokey profesional, nos llevo a ver como entrenaban a los caballos de carrera! Eso sí, nos tuvimos que levantar a las 5am!! Esa noche, fuimos al hipódromo a ver las carreras. Incluso ganamos algún dinerillo… estuvo bastante divertido además de ser una noche distinta.

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Alargamos nuestra estancia en Durban todo lo posible, ninguno de los dos queríamos estar en Johanesburgo más de lo necesario.

Lo pasamos genial, Durban es una gran ciudad, lástima que tenga zonas tan peligrosas.

Nuestro viaje por Sudáfrica se acercaba a su fin, pero todavía nos quedaba lo mejor… la final del mundial!

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