domingo, 6 de marzo de 2011

Kitesurfing Brasil

En Brasil aterrizamos el 9 de agosto. Digo aterrizamos, porque fuimos una expedición de 15 kiters. Todos liderados por mi hermano Luis, organizador y máximo culpable de que este fuera un viaje inolvidable.

Podría escribir un libro sobre el viaje, podría hablaros durante días, recordar todos esos momentos que hicieron de Brasil un viaje que perdurará siempre en mi memoria… Pero no, hay veces que un imagen vale más que mil palabras. Si junto muchas imágenes y las pongo música, podría intentar resumir una de las mejores etapas de mi viaje en algo más de 7 minutos. Digo intento, porque es imposible conseguirlo… pero al menos, os dará una idea de cómo fue.

Por vosotros, Isa, Pizca, Popi, Amalita, Susana, Vicky, Cecilia, Eli, Cristina, Tomy,  Juan, Quique, Lluis… y por supuesto, por mi querido  hermano Luis, “the organizer”, espero que disfrutéis de este video… Kitesurfing Brasil!



De todas formas, todo video no está completo sin unas líneas …

Aterrizamos en Fortaleza, y como no podía ser menos, ya nos estaban esperando para llevarnos al Hotel Windtown de Cumbuco. Poco a poco fueron llegando la totalidad del grupo. Algunos como Eli y Juan o como Cecilia, se hicieron de rogar y llegaron unos días mas tarde.

El hotel estaba genial. En primera línea de playa, con bungalós y habitaciones que estaban bastante bien, decoradas en blanco inmaculado, simplemente perfecto para nuestras intenciones. Es un hotel enfocado al Kite al que no le falta de nada. Tienen un cuarto para dejar la cometa, un mirador para que los más perezosos o más cansados puedan ver como intentas tu último truco. Piscina, jardincito perfecto para limpiar la cometa, y un restaurante que sin ser estrella Michelin, era perfecto para reponer fuerzas.

Como todos los viajes de Kitesurf Travelers, el grupo se congenio a la perfección. Los nuevos se adaptaron a los ya veteranos fans de nuestros viajes.

En Cumbuco estuvimos cuatro días que dieron para mucho. Sin duda alguna, nunca olvidare el downwind que Tomy, Luis y yo hicimos hasta Paracuru. Perdón por la expresión, pero fue brutal. Salimos en Buggy desde el hotel, fuimos recorriendo la playa hasta que a falta de 15km para llegar a Paracuru, vimos una lagoa perfecta para calentar antes de iniciar el downwind. No es por ser chulo, pero me salí. Backloops, frontloops, transitions, parecía que me salía todo… En cuanto cogimos confianza, salimos de la lagoa y recorrimos con la cometa, todavía en el aire, los 100m que había hasta el mar. Luis y Tomy se lanzaron enseguida… yo me quede a escuchar las instrucciones de nuestro buggero. Era simple, en función de las señas que nos hacía, debíamos meternos mar adentro o acercarnos a la playa. En cuanto alcance la playa, vi el primer percance, Tomy estaba con la cometa desinflada, la había liado parda! Meterse en el agua era una autentica proeza, tenías que luchar contra tu mente que se asustaba y contra la fuerza de las olas. Impresionante el tamaño, un error significaba tragar más agua que en toda tu vida, o algo mucho peor. Poco a poco nos hicimos a las condiciones, y con nuestros más y nuestros menos, conseguimos llegar a Paracuru. Los 15km de downwind fueron increíbles, los disfrutamos al máximo. Daba mucha seguridad tener un buggy siguiéndote y saber que si te pasaba algo ahí estaba para rescatarte, y así hizo. Aún así, es de destacar a Tomy, que ni corto ni perezoso arriesgaba siempre hasta el final. Ya en Paracuru, las olas nos dieron un respiro. Gracias al fondo de esta impresionante bahía, las olas rompen a unos 250m de la playa, así que tienes un pequeño espacio donde puedes disfrutar de agua “plana”. El spot está muy bien montado, junto a el, hay un chiringuito impresionante que se come fenomenal y súper barato. Por la tarde, emprendimos el camino de regreso. Debido a las mareas, ya no podíamos ir por la costa. La noche nos alcanzo antes de lo previsto, y entre tanto camino de tierra, tantas bifurcaciones acabo pasando lo que tenía que pasar… Nos perdimos. Menos mal que nuestro guía supo encontrar el camino de vuelta.

Las niñas también disfrutaron de lo lindo en Cumbuco. Desde las que se dedicaron a tomar el sol, sacar fotos y disfrutar del paraíso, hasta las que se concentraron en el kite. Todas mejoraron muchísimo, desde Susana que consiguió levantarse hasta Isa y Vicky que casi empezaron a ser totalmente independientes. Un día fueron a una lagoa y se las tuvieron que ver con la cantidad de kiters que había ahí. Es la excepción de Brasil, ya que normalmente estas solo en el agua. En Cumbuco hubo algunos incidentes, desde una cometa que se engancho a una palmera, hasta un nuevo estilo de salto… “la ranita presumida”. En fin, ninguno paso de la mera anécdota, que es lo más importante. La peor parte se la llevo una pareja amiga de Enrique que acabaron ambos un poco mal, sobre todo ella que acabo con el culo al aire (literal, despellejado!!).

La noche en Cumbuco no la explotamos mucho, o yo no la explote casi nada.  Al menos una noche pudimos disfrutar de una cena bastante rica en el pueblo. A la cena se nos unió el profesor de la escuela, hoy no recuerdo por qué jejeje. Esta claro que en el próximo viaje habrá que salir más.

El cuarto día llego más rápido de lo esperado, y cuando el sol ya se había acostado, aparecieron tres 4x4 para recogernos. Emprendimos un viaje de 4 horas desde Cumbuco hasta Jericocuara. Lo más alucinante es la parte final del viaje cuando atravesamos el parque nacional de dunas. Me quedo con la foto que hice en mi memoria en una parada en lo alto de una duna. El cielo estrellado, la luna iluminaba las inmensas siluetas que el mar de dunas dejaba bajo su sombra, y al final de todas ellas, un resplandor brillaba en toda esa semioscuridad… Jericocuara (que bonito me ha salido).

Llegamos bien entrada la noche a la Posada Naquela, nuestra casa en lo que quedaba de viaje. Digo casa porque nos trataron así de bien. El gerente del hotel estaba esperándonos solo para darnos la bienvenida. Sin duda una persona encantadora, trabajadora y siempre preocupado por nuestro bienestar. El hotel no podía estar mejor escogido, las habitaciones cómodas, bonitas y amplias. El jardincito acogedor y la piscina en el centro del complejo era perfecta para relajarte después de un día de kite.

En Jeri algunos estuvieron solo 3 días, otros algo más, Luis y yo tuvimos la suerte de estar 14 días! El tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein. El día que me embarcaba en un avión dirección Sao Paolo, no me lo podía creer, tenía la sensación que era ayer cuando llegamos a Jeri. Nada más lejos de la realidad, echaba la vista atrás y solo veía momentos alegres, felices, inolvidables… un cumulo de sensaciones que solo resultan de mezclar en la misma copa tus mejores amigos, tu deporte preferido y un lugar mágico. Condiciones perfectas con la gente perfecta. Un cóctel sabroso, revitalizante y único que tuve la suerte de poder beber y disfrutar como nunca antes había hecho.

Me subi al avión, y sentado en la ventanilla del asiento 24f, decidí no hacer nada más que repasar las vivencias de mis últimos días. Tenía por lo menos 4 horas de vuelo y la pena de la despedida de mi hermano estaba muy presente. Sin saber porque, mi mente me transporto al día de las lagoas.

Aprovechando que era el último día de las niñas, fuimos todos a la Lagoa Azul y Lagoa Paraiso. Un día muy especial donde Jeri se pudo despedir de las niñas. La pobre Isa fue picada por una abeja, pero ese fue el único “pero” de un día donde todos estuvimos riéndonos, relajándonos y disfrutando del agua cristalina de las lagoas, de una comida que llego muy tarde pero fue muy abundante, de varias sesiones de fotos, del agua de coco y de los comodísimos asientos de la parte trasera de nuestra camioneta.

Mi mente se empeñaba en recordar, y me recordó el downwind que hicimos Eli, Juan, Luis y Yo hasta la Lagoa de Tatiuba, un downwind de casi 20km, viento constante, perfecto, con más y menos olas, con momentos donde te salía todo y momentos donde no te salía nada. 20km en el paraíso, con dos finales espectaculares, el primero en una laguna de agua plana que tras 20km de olas me supo a gloria y el segundo, en el chiringuito de Tataiuba donde la comida y un par de langostas pusieron el broche final a un día que no fue terrenal. Tampoco lo fue el día que vine aquí solo con Luis. Vinimos del tirón, a disfrutar solo de la “lagoa”, y bien que disfrutamos. El camino en buggy ya mereció la pena, un paisaje espectacular nos amenizo la hora de trayecto por dunas, cruzando ríos, y manglares espectaculares. Decidimos turnarnos, mientras uno hacía kite, el otro tomaba las fotos. Disfrutamos de la exclusividad del lago, no había más de 3 cometas donde caben 100, fue una sesión para recordar. Las langostas que nos devoramos nos devolvieron las fuerzas perdidas durante el día. Terminamos el día contemplando el atardecer desde lo alto de la duna de Jeri, lo que culmino por hacer más especial un día de hermanos, un día de mejores amigos.

Sin saber como ni porque, me vi en Isla de Iguagiru. Una “lagoa” inmensa donde Cecilia no solo consiguió levantarse por primera vez, sino que consiguió ir upwind, Enrique consiguió dar sus primeros saltos, Eli iba y volvía al mismo punto, y donde Juan, Luis y yo competimos por saltar cada vez más alto. Aquí pudimos disfrutar como nunca del agua plana y de Cecilia haciéndonos fotos, de todo el bar apostando por quién de los presentes se iba a romper la cabeza antes, del viento (no muy constante pero potente), del paisaje espectacular con los molinos de viento al fondo, en definitiva, disfrutamos de un día gran día de kite.

Mi mente me llevo de vuelta a Jeri, esos primeros días donde Isa, Vicky, Popi y Pizca hicieron su primer downwind, donde Popi hizo sus primeros largos y la cámara de Amalita inmortalizaban el momento, donde la cometa de Isa se rompió, aunque al día siguiente la tenía como nueva,  donde Tomy  y Luis consiguieron ir Blind, donde yo salí por los aires y tuve que desengancharme de la cometa para dejar de comer más tierra, donde Luis tuvo que ponerse un neopreno para aliviar sus heridas provocadas por el harnees, donde los que más sabíamos nos picábamos por hacer el mejor truco, saltar más alto y coger mejor las olas. La competición entre todos era continua, aunque lo negásemos, todos estábamos pendientes de los trucos que hacían los otros, si les salía bien, no te alegrabas tanto como cuando te salía a tí. Fueron días donde el viento acudía siempre a su cita con nosotros. A las 11:00h sabía lo que tenía que hacer, ni 5 minutos antes, ni 5 después. Siempre fuerte, quizás demasiado, siempre constante. Algún día apareció resacoso, algo más tarde, pero nunca nos dejo colgados, se hizo nuestro amigo, y nunca nos fallo. Amalita fue nuestra fotógrafa profesional y se encargo de inmortalizar los momentos en forma de pixeles y archivos jpeg. Más de un kiter ajeno a la expedición trago agua por querer impresionar a nuestra Amalia. En definitiva, fueron Jeridías, días inolvidables.

Prea también vino a mi mente. Las niñas nos abandonaron un día por hacer un plan “only girls”. No todas, ya que Eli se lanzo mejor que nunca a luchar contra las olas, Cristina y Lluis nos acompañaron en una sesión de saltos y fotos espectacular y Enrique ya parecía un pro entre tanta ola. Disfrutamos de la cocina espectacular del Ranxo do peixe, y de su lujoso hotel. Dicen que el mundo es un pañuelo, y bien cierto que lo es, me encontré a Javier Borrero, compañero y amigo del DB. Por fin pudimos combinar una tabla de surf en nuestros pies con una cometa en las manos, experiencia alucinante que nos abre una nueva dimensión en el kite. Pero sin duda alguna, lo más espectacular de todo, fueron los downwinds del atardecer hasta Jeri. Hacer kite kite con el cielo totalmente rojo, y a lo lejos ver ponerse el sol sobre una duna inmensa mientras vas surfeando olas de distintos tamaños y un escuadrón de buggis intenta seguirte por la playa, es un momento en el que das gracias por practicar este deporte y por estar disfrutando de un momento así. Sin duda alguna, es un momento Mastercard!

Las niñas por su parte disfrutaron de lo lindo de su día, de sus excursiones, de su playita, de su puesta de sol, de sus tiendas…

Pero no todo fue kite, fueron muchas otras cosas lo que le dieron a este viaje ese toque especial.  Recuerdo esas puestas de sol tan alucinantes que vimos desde lo alto de una duna, saboreo otra vez esas divertidas cenas en compañía de todo el grupo, los paseos por un pueblo donde el asfalto no llego nunca y es la arena de playa la que acompaña nuestras pisadas… recuerdo el mercadillo de cocteles, el fuego bajo la luna, nuestros nuevos “amig@s”, el Mama Africa, esa noche de Jericocuara, romántica por naturaleza, y esa luna tan grande que no para de repetirme que no, que esto no fue un sueño.
Y así, sin saber como ni cuanto duró el vuelo, aterrice en Sao Paulo. Ya lo decía Einstein, el tiempo es relativo.

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